Friday, March 10, 2006

CUJARESMA EN TIEMPOS DIFÍCILES (II)


Aprender a ser fuertes en esos momentos no es hacernos impermeables o impasibles.
No es revestirnos de una capa de dureza que nos haga inmunes a las tormentas.
No es compensar los problemas con otras satisfacciones, ni negar que existen, pues muchas veces son dolorosamente reales.
Ser fuertes es ser capaces de caminar, aun heridos; de creer, aun agitados; de amar, aun vacíos.

Caminar en medio de la tormenta

¿Alguna vez has caminado en medio de la tormenta?
Cuando el viento se hace incómodo.
Cuando la lluvia te cala hasta los huesos y el alma.
Cuando cada paso supone un esfuerzo.
Cuando muy lejos, en el horizonte, en el tiempo, suspiras por el calor del lugar seguro...
Sólo si has pasado por el vendaval puedes apreciar en todos sus matices la calma.
Sólo si te has visto superar las condiciones adversas eres consciente de todo lo que puedes llegar a hacer.
Sólo entonces estás preparado para comprometerte con tantas causas que te van a arrojar en medio de torbellinos.
Pero no idealices las tormentas: el corazón estará frío, los pies cansados, el espíritu abatido, el sentido escondido.
Aun así, sigue adelante.
Con la guía de quien es calma en la tormenta, luz en la oscuridad, paz en la guerra.
Sigue adelante.

Este día, al atardecer, les dice: "Pasemos a la otra orilla". Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se inundaba. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: "Maestro, ¿no te importa que perezcamos?" Él, habiéndose despertado, increpó al viento y le dijo al mar: "¡Calla, enmudece!" El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: "¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?" Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: "Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?" (Mc 4,35-41)

Releo la escena despacio, intentando imaginarla.
Me veo como los discípulos, en las horas de zozobra.
Le pido a Dios fuerza para caminar siempre.
Le pido a Dios valor para afrontar los retos
Le pido a Dios fe cuando todo es oscuro


ADORA Y CONFÍA
No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Diosque te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en el nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía.

Teilhard de Chardin

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