Monday, October 29, 2007

Vicaría para la Familia cumple 10 años

Con diversas actividades celebraremos el décimo aniversario de nuestra vicaría. Para el sábado 3 de noviembre, a las 17.00 horas, está contemplado un “Diálogo con el pastor”, actividad en la que los agentes de la Pastoral Familiar se reunirán con el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz.

Luego, a las 19.00 horas, nuestro Pastor presidirá una Eucaristía en la Catedral Metropolitana. ¡Están todos invitados a participar!

Ver información completa, aquí

Sunday, October 28, 2007

Aprender a discutir

A pesar de la ayuda que pudieran prestar las mejores reglas, y a pesar sobre todo del cariño e ilusión crecientes que se pongan en evitarlos, es natural que en la vida de un matrimonio existan discusiones, momentos de tensión, diferencias de opiniones y de gustos.

La relación entre la pareja se refuerza y madura también de este modo, superando los conflictos y, sobre todo, aprendiendo a perdonar y a ser perdonado, que constituyen dos de las más sublimes, jugosas y gratificantes expresiones de amor.

Por lo demás, a pelearse se va uno entrenando un poco ya desde el noviazgo. No hay, pues, que asustarse demasiado ni intentar evitar a toda costa las discusiones, reprimiendo emociones y sentimientos. En ocasiones es bueno desfogarse. Pero resulta imprescindible aprender a discutir.

• Diez consejos básicos

Doy por eso algún consejo deportivo al respecto o, si se prefiere, «El decálogo del buen discutidor»:

1) No eludas la discusión por encima de todo, ni la cortes saliendo ostentosamente de la escena, cuando temes estar equivocado. Y si hubieras obrado de este modo, ten la honradez de volver, pasados los momentos de enfado, y replantear el asunto hasta alcanzar el acuerdo deseable.

2) Ten la disposición habitual de reconocer tus defectos y errores… y amar e incluso llegar a «sentir ternura» por los de tu cónyuge. Son signos de grandeza de ánimo.

3) Si adviertes que has dicho algo no objetivo o injusto, retíralo de inmediato lealmente, pidiendo perdón si es necesario (es decir: casi siempre).

4) Evita agresivas y descalificadoras ofensas personales y actitudes irónicas o despreciativas.

5) Presta atención para no proyectar inconscientemente en el otro la razón de tu malhumor. Más vale «desaparecer de la escena» por algún tiempo que descargar sobre el cónyuge o sobre los hijos una tensión de la que ellos no tienen responsabilidad.

6) No levantes acta de las culpas de tu pareja ni te empeñes en seguir echándole en cara cosas ya pasadas: menos cuanto más graves o dolorosas hayan podido ser.No devuelvas jamás a tu cónyuge al pasado: no tienes derecho (con el «sí» que le otorgaste en el matrimonio redimiste todos y cada uno de sus errores pretéritos). Intenta vivir en el presente y mirar hacia adelante.

7) Esfuérzate por comprender, si es el caso, que la rabieta del otro está surgiendo de una momentánea necesidad de desahogo.

8) Permite al cónyuge llegar hasta el final en la exposición de su malestar, intentando por todos los medios comprender su punto de vista; a menudo le bastará esa posibilidad amable de desfogue para calmarse en un 50%.

9) Procura exponer tus razones de forma clara y breve, con la máxima calma posible y, si eres capaz, con un tanto de humor (que equivale a saberte reír de ti mismo, a no tomarte demasiado en serio), pero jamás con ironía.

10) Conseguid, como ya se ha sugerido, que incluso las discusiones más violentas acaben con un gesto de reconciliación; de esta suerte, hasta las propias disputas formarán parte del humus sobre el que crece el amor conyugal.


Tal como explica José Pedro Manglano, «todo lo que constituye la vida normal puede ser alimento bueno» para el amor. «Todo: lo positivo y lo negativo». El buen amor «se alimenta de palabras, de compras, de necesidades, de ver la tele, de ir al médico, de paseos…

Del mismo modo que se alimenta de discusiones, de aburrimiento, de malentendidos, de fallos propios, de fallos del otro, de manías y de preferencias. Podríamos decir que el amor dispone de un aparato metabólico que es capaz de convertir en alimento incluso lo que de por sí es nocivo: la traición, el olvido, el desamor».

Por eso, más que el propósito de no pelearse jamás, conviene hacer el de recomponer la paz cada vez lo antes posible: nunca un matrimonio debería entregarse al sueño sin haber resuelto los posibles conflictos originados durante el día.

El amor conyugal no muere a causa de las trifulcas, sino que lo matamos por no saber ponerles remedio y sacar partido de ellas. Si por desgracia alguno de vuestros hijos ha presenciado vuestra disputa —cosa que siempre se debería evitar—, es bueno que asista también a vuestra reconciliación.

Tomás Melendo Granados

Fuente: ALMAS

Los invitamos a hacer sus comentarios sobre este artículo.
Buena semana

Tuesday, October 23, 2007

SABER SER PADRE/MADRE (2)

Presentamos la segunda parte de un texto anterior para ayudar en la difícil y fructífera vocación de ser padre-madre.




Ser madre o padre significa aprender a ser evolutivos y cambiar, es decir: ser padres de un bebé, de un niño, de un adolescente, de un joven de un adulto.


Aprender los distintos lenguajes del amor es aprender a cambiar con fidelidad (“estaré contigo siempre”) y con coherencia (reconocer los aciertos y las fallas). Tratar al hijo no como si fuera mayor cuando no lo es, sino de tal forma que pueda llegar a serlo.


Ser padre o madre es aprender a comunicarse. Esto supone escuchar al otro y escucharse también a sí mismo, observar, intuir. Aprender a expresar sentimientos que pueden ir desde la ternura hasta la incomodidad. Dar al hijo retroalimentación para que aprenda que sus conductas tienen consecuencias.


Ser padres es un rol de poder y también de debilidad. Armonizar la vulnerabilidad que genera el amor y la fuerza de ese mismo amor es una tarea difícil que exige personas psicológicamente maduras, en un proceso de crecimiento personal para poder ser a la vez fuertes y vulnerables.
Ser padre o madre pide saber armonizar las necesidades personales y el rol que se desempeña. Hay personas que ejercen el rol de padres más con estructuras culturales heredadas que con el dictado de su corazón.


Aprender a ser padre o madre supones tener conciencia de un aprendizaje constante.


Tomado del libro Treinta palabras para la madurez, de José Antonio García sj. Ed. DDB.

Saturday, October 20, 2007

SABER SER PADRE/MADRE (1)

Saber ser padre/madre no es tarea fácil.
Presentamos un primer texto como ayuda para vivir esa vocación.

Ser padres es un don y una tarea. Más que decir que se es padre o madre deberíamos afirmar que se “llega a ser” madre o padre. El punto de arranque biológico no es más que el comienzo de una tarea que durará, con diferentes estilos y talantes, toda la vida. La fuerza de la carne y la sangre ayudarán en esta tarea en la que un amor lúcido y respetuoso puede otorgar la posibilidad de crecimiento armónico al hijo/a.

Ser madre, ser padre es saber aceptar la frustración: no tener el hijo que quiero pero querer al hijo que tengo. Este saber aceptar la frustración comunicará al hijo la posibilidad de ir negociando las pequeñas y grandes frustraciones experimentadas ante la figura de sus padres.

Ser padres exige desarrollar habilidades:
-Ser solícitos.
-Amorosos.
-Verdaderos.
-Saber acompañar y saber quedarse solos.
-Saber decir adiós a las distintas etapas filiales.
-Dar seguridad básica.
-Poner límites claros y flexibles; razonables, constantes y motivados.
-Saber jugar.
-Saber frustrar con amor y motivación.
-Enseñar a elegir.
-Aprender a envejecer sabiendo adultos a los hijos.

Tomado del libro "Treinta palabras para la madurez", de José Antonio García-Monge sj. Ed. DDB.

De Revista Mirada

Sunday, October 14, 2007

Amor del bueno

En el famosísimo ’68, un estudiante de una universidad europea tuvo la ocurrencia de dejar una pintada en la barda. Ésta aseguraba, con no poca ironía, que “El amor eterno dura tres meses”.

Supongo que no lo hizo por mero cinismo, quizá él mismo había experimentado una decepción recientemente y el graffiti no era más que un desahogo emocional. Lo que no dudo, es que ese muchacho no estaba hablando del verdadero amor.

Ese “sentimiento de amor” que dura tres meses no es amor. “Se parece” tanto al amor como la caricatura del tigre del cereal se parece al temible felino del sureste de Asia: al primero lo tiras a la basura, al segundo lo respetas. El auténtico amor no es un sentimiento, porque los sentimientos van y vienen más rápido de lo que tardas en cambiar un canal en la tele.

Conozco un caso desde hace tiempo que siempre me hace reflexionar sobre la fuerza del auténtico amor. Por más que parezca inverosímil el hecho es completamente real. Por respeto a los protagonistas omitiré los detalles que puedan identificarlos.

Alfonso salió de su casa por la mañana, como todos los días para ir a trabajar. Rebeca, su mujer, lo despide en la puerta sin notar nada extraño. Lo ve como siempre, contento, con el deseo de que salgan bien las cosas en la tienda y pueda regresar a tiempo para comer. Llega el mediodía sin Alfonso. Rebeca espera. Es de noche y Alfonso no vuelve. En la tienda le dicen que no llegó a trabajar. La misma historia al día siguiente, y al otro. Pasa toda la semana sin noticias de Alfonso. Nadie sabe dar razón de él. Parece que se lo ha tragado la tierra. Pasa un mes, y otro y otro. Alfonso se fue. ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? No hay respuesta. Hace un año de todo esto y Rebeca sigue esperando. Y se suceden los años…. sin saber nada de Alfonso.

¿Qué pasó con Alfonso? De camino a su trabajo se sintió mal. Se detuvo bajo una agradable sombra, a un lado de una construcción que quedó a medias. Se desmayó y cayó en una fosa, golpeándose aparatosamente la cabeza. Más tarde volvió en sí, pero no sabía quién era, dónde estaba y mucho menos qué tenía que hacer. Comenzó a caminar y a caminar y sin tener dónde vivir, durmió en las calles. Era tal su confusión que, a lo largo de los meses y los años, cruzó el país vagando de un lado para otro. Una institución que se dedica a recoger a los indigentes y ayudarlos en su readaptación lo encontró.

Habían pasado poco más de 9 años desde que Alfonso saliera de su casa hacia su trabajo en la tienda. En las terapias los enfermeros comienzan a darse cuenta de que Alfonso es una persona que demuestra haber tenido una educación, una carrera profesional… Si te parece que es una historia difícil de creer, todavía te falta conocer lo más asombroso del hecho. Diez años después de su salida de casa, Alfonso regresa al hogar. No quiso llamar pues no esperaba encontrar ya a su mujer. Había pasado tanto tiempo…

Rebeca le recibe con lágrimas en los ojos…. “¡Volviste!” Alfonso la mira más extrañado aún. Ella continúa sola. No quiso casarse con otro hombre. En la sala descubre que todo sigue como antes: las fotos de su boda, las vacaciones… Y en la mesa, donde estaba su lugar, seguía el tarro en el que bebía su cerveza.
-“Rebeca, ¡me esperaste!... Cómo…”

–Alfonso tartamudeaba emocionado.

-“Yo nunca te he dejado de amar” –fue la respuesta de la esposa, que le recibía con un cariñoso abrazo.

Parece difícil de creerlo, pero es un hecho real. Existe este amor, que sabe esperar aun cuando no reciba respuesta. El amor dura tres meses cuando es un amor egoísta –que es la piratería más vendida y más barata del amor-. Por el contrario, una de las características principales del verdadero amor –casi me atrevo a decir que es su principal “sello de autenticidad”- es el desinterés.

El amor no es un “te doy para que luego me des”, sino un “te doy porque te amo, incluso aunque te tardes en corresponderme”. Y entiendo yo que nadie se cansaría de hacer el bien a la persona amada. El amor, para decirlo de una manera gráfica, no es cosa de centímetros. El amor no se mide ni con termómetro ni con regla.

Ya lo decía Santa Teresa: “El amor sólo tiene sentido cuando es para siempre”.

Autor: Vicente D. Yanes, L.C.
Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

Thursday, October 11, 2007

Alberto Cortez - El abuelo

Los invitamos, con esta canción, traer al recuerdo a nuestros abuelos

Tuesday, October 09, 2007

Episcopados europeos: «Sin familia no hay futuro para Europa»

Conclusión de la asamblea plenaria celebrada en Fátima del 3 al 7 de octubre

FÁTIMA, martes, 9 octubre 2007 (ZENIT.org).- «Sin familia no hay futuro para Europa», escriben los miembros del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa al final de la asamblea plenaria de este organismo que ha tenido lugar en Fátima (Portugal) del 3 al 7 de octubre.

En el nonagésimo aniversario de las apariciones de la Virgen a los tres pastorcillos portugueses Lucía, Francisco y Jacinta, treinta cardenales y obispos del viejo continente se han reunido en el santuario mariano para afrontar temas como el matrimonio y la familia, el ecumenismo y la Unión Europea.

Matrimonio y familia

Por lo que se refiere al primer argumento, los presidentes de los episcopados europeos, explica el comunicado conclusivo, han afrontado la situación del matrimonio y de la familia desde un punto de vista jurídico, institucional, social y pastoral en los diferentes países europeos.

En los intercambios se ha presentado «un panorama preocupante y con muchos contrastes»: por una parte los sondeos testimonian con claridad que el matrimonio y la familia estable «son los ideales prioritarios de los jóvenes europeos»; por otra, «en la práctica, disminuyen los matrimonios religiosos y civiles, aumentan las separaciones, los divorcios, las familias monoparentales, y los niños nacidos fuera del matrimonio».

«Está en crisis la forma tradicional de la familia», constatan los obispos, recordando que las familias viven hoy «en un ambiente caracterizado por el individualismo y la secularización». «Europa perderá su futuro si pierde la familia», dice el comunicado.

A pesar de las dificultades, reconocen los purpurados y prelados, «no faltan señales de esperanza»: «hay testimonios de innumerables familias que viven con coherencia y alegría su propia vocación. Cada vez hay más jóvenes parejas decididas a vivir plenamente su matrimonio y a tener más hijos. Se dan también signos de atención a la familia de parte de la política».

En este contexto, la Iglesia y los cristianos tienen que «movilizarse a favor de la promoción y de la defensa del verdadero bien del hombre, a favor del papel particular de la familia y del matrimonio como célula primaria y fundamental de la sociedad» y «a favor de un rechazo de la relativización de este modelo ante quienes quieren equipararlo con otras formas de convivencia».