EL AYUNO QUE DIOS QUIERE
Así dice el Señor: No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz.
¿Así ha de ser el ayuno que yo elija?
Día de humillarse el hombre, sí, ¿pero agachando como un junco la cabeza?
Y el saco; y esparcir la ceniza.
¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahvéh?
¿No será éste el ayuno que yo elija?: deshacer los nudos de la maldad, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los maltratados y arrancar todo yugo.
¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en tu casa? ¿o que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?
Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahvéh te seguirá." (Is 58, 4-8)
Hay quien piensa que ayunamos para sufrir. Así, sin más, como si fuéramos masoquistas religiosos. Como si tuviéramos que pasar incomodidad, malestar o dolor para tener a Dios contento.
Eso no es así.
Eso responde a una imagen un tanto alterada de Dios, un Dios duro.
En realidad, ayunamos para crecer.
Ayunamos para recordar que las cosas no son el fin, sino el medio.
Ayunamos como una forma de mirar alrededor, y recordar que la realidad es mucho más amplia que nuestra propia situación.
Ayunar no es "dejar de comer". Es aceptar de manera consciente que mis deseos, mis necesidades, mis intereses, mis preocupaciones no son el centro del mundo.
Que si hoy en día sabemos que el Universo no gira alrededor de la tierra, mucho menos gira alrededor de mí.
" Desde ahí le pido a Dios que me enseñe el sentido de vivir con una lógica distinta al "quiero", "me apetece", "me va…"
" Y pedirle que me enseñe cuál debe ser mi manera particular, distinta, única, propia, de ayunar.
Asumir lo difícil que viene como parte de la vida, abrazar los propios compromisos, no huir, eso es "ayuno",
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