¿Dónde está la familia mientras el niño juega a la Play?
Es seguro que los tiempos corren duros y confusos para las estructuras familiares. Nadie lo duda en este principio de milenio en España. De una posición de respeto severo y hasta miedo en las relaciones padres-hijos de la España de hace cuarenta años, se ha pasado a un distanciamiento y una perversión de roles que, traspasando sus efectos a ámbitos escolares y sociales, están degenerando en una desvertebración juvenil que empieza a cobrar tintes peligrosos.
Nuestros alevines se han convertido, sin constancia alguna de sus padres, en unos solitarios aprendices de psicopatologías enganchados a los videojuegos, a las consolas, a los divertimentos para móviles o a los chats descerebrados.
EL DOBLE FILO
Informática e internet son los inventos más destacables y afortunados del último medio siglo, pero los rincones menos aseados de ese cyberhogar van camino de engendrar un monstruo peor que la droga para los españolitos entre 12 y 16 años.
Porque resulta, este es el punto, que esos videojuegos que propagandizan sin rubor a dioses de la guerra o destructores de razas, son legales. Un menor no puede comprar una cerveza en un super, pero sí puede gastar 50 euros en un CD que le va a servir para utilizar armas sofisticadas y matar, aunque sea virtualmente. Violencia y más violencia: eso es lo que tenemos. Eso es lo que estamos permitiendo.
FAMILIA EN RIESGO
Y qué hace el resto de la casa mientras el nenito ‘tiene lo que necesita para convertirse en el ultimate ninja’ Poesía concebida como un lujo por los neutrales, que diría Celaya. En el supuesto que el nucleo familiar persista, el papá tiene el lujo de hacer horas extra para pagarse todos los canales de teletonterías, la mamá tiene el lujo de matricularse en todos los desafíos Roc posibles, eso sí comprando los yoghourts que previenen el colesterol.
El hermano/a mayor el lujo lo tiene más simple:
Estudiar más que sus amigos sólo para conseguir la etiqueta de triunfador el día de mañana o, en su defecto, gastarse en un weekend lo que su contrato-basura le revierte. Eso sí, en ambos casos pendientes de llegar al día más soñado: ser elegido en un casting. Casting de qué? De lo que sea, da igual.
En resumen:
Ninguno del resto de los habitantes hipotéticos de un hogar tiene el más mínimo conocimiento de a qué cosa juega el niño pequeño en la consola o el PC horas y horas. Con tal de que no moleste, ya vale.
Les concedo que el análisis es simplista... pero es real.
Fuente: El Periodista Digital
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