Wednesday, December 20, 2006

La soledad del niño cyberadicto (II)

“ANTES MUERTA QUE SENCILLA”

Pero volvamos a la soledad iracunda que genera el rechazo social o familiar y que tiene una vertiente resbaladiza en los adolescentes adictos a los videojuegos violentos. La pregunta es:
¿Qué cosa hay que cambiar?

La sociedad que cada vez encumbra más a personajes ideales que sólo conjugan el verbo ‘triunfar’ o, por el contrario, simplemente aceptar (snifando nazismo, desde luego) que esto es lo que tenemos y que sólo vale la pena inventar terapias para aquellos ‘virtua fighter’ que traspasen las luces de una pantalla de ordenador.

Me temo que la hermosa frase de César Menotti
“perder es sólo una posibilidad”, va quedando en pobre retórica. La figura del perdedor, lírica y real, no tiene cabida en un panorama donde “antes muerta que sencilla”.

¿QUÉ HACER?

No seré yo aquí y ahora quien diga que hay que cambiar la sociedad y que es preciso demoler los cimientos del billgateismo para recuperar no se sabe muy bien qué oscuro tipo de pureza de alma. Ya vendrán otros mayos del 68 que lo gritarán. Pero insisto: ¿hacemos algo o lo dejamos así?

Para empezar creo que es preciso advertir contundentemente ya que ‘no es igual de normal’ actuar bajo trazas de delincuente callejero, aunque éste conquiste emporios de lujos y placeres.
Tampoco es igual de normal culpar a cualquier tipo de entorno, sesgado en tics tardoburgueses o no, para legitimar rebeldías no sólo sin causa, sino además sin final. El cyberadicto no va en contra de nada. Ya le gustaría ir en contra de algo concreto. Va en contra de todo sin distinciones. En último término, de sí mismo. Siempre encontrará argumentos “todo-a-cien” para desmarcarse de obligaciones conductuales.

SOPAPOS HIGH LEVEL

El telediario de las tres, la talla 38, la marca de las zapatillas... Ante un mundo tan pestilente, qué tiene de malo aniquilar a civilizaciones enteras. O inventar sopapos high-level en cualquier Mortal Kombat disponible.

Quien se atreva a decir que todo esto es sólo un juego que vaya a los archivos policiales de los últimos tres años y compruebe las denuncias de violencia de todo tipo en las que están inmiscuidos menores.

Me temo que el coeficiente de correlación entre este dato y el aumento en el mercado de videojuegos ‘total force’ es alto. Como decíamos al principio, el lenguaje solitario aprehendido por nuestros adolescentes está invadido por un virus semántico perverso, con el fulgor de consolas al fondo.

Es decir, conductas respetuosas versus conductas irreverentes. Y pedir actuaciones legales en este sentido no me parece descartable. Espero que no sea demasiado tarde.

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