Jóvenes: ¡Me voy a vivir solo!
Por considerarlo de interés entregaremos este artículo escrito por María Barndán Araez
Pueden tener 21, 25 o 30 años –ya se sabe que estamos en épocas de adolescencia tardía- pero siguen viviendo con su familia. Los padres se quejan un poco y protestan de cuando en cuando aunque, en el fondo, sienten una inconfesable satisfacción al proclamar a los cuatro vientos "que el hijo o la hija veinteañera prefiere seguir viviendo con ellos".
Hasta que un día se desencadena el drama o la comedia.
Primera parte: La noticia bomba
El día, y en el momento, menos pensado –¡qué inoportunos son a veces los jóvenes!- él (o ella) anuncia de sopetón: "Ma, me voy a vivir solo". "Queee... ¡justo ahora me lo decís! –es el cumple 50 del padre y la comida es para cien personas-.
¿Cuándo lo decidiste? No sabíamos nada". "Hace tiempo que lo vengo pensando, pero ahora tomé la decisión porque... ya arreglé algunas cosas". La madre, mientras decora la torta, asiente comprensiva. " El alquiler del departamento –aprueba". "No. Ahora ya sé lo que voy a llevar y qué cosas me falta comprar...
Un amigo me avisó que se prende y vamos a compartir los gastos... El departamento lo estamos buscando. Pensaba pedirles a ustedes que me salieran de garantes".
La madre sonríe, aliviada. "Bueno, todavía está en veremos. Creí que se mudaba en estos días, que ya tenía todo listo y yo ¡ni noticias!", piensa. Y se pregunta " ¿habré estado muy dura con él cuando chocó el auto este verano? ¿No se me habrá ido un poco la mano con las protestas por el desorden y los platos sucios en su cuarto?".
Esta decisión de independizarse la toma algo desprevenida. Aunque el hijo haya cumplido la mayoría de edad o ronde la treintena. "Ya está grande, es lógico que quiera asumir responsabilidades, hacer su vida", reflexiona, comprensiva.
El anuncio de la hija mujer también despierta suspicacias, sobre todo en el padre. " ¿Y para qué te vas a gastar una punta de pesos en alquiler, teniendo casa y comida gratis? Si te casaras... Ahí lo entiendo".
"Yo no entiendo. ¿Te parece mal que quiera tener mi independencia? Trabajo... Además, no voy a vivir sola, compartiré los gastos..." El padre se pone lívido ("ya les pasó a varios de mis amigos y no quiero que mi hija se vaya a vivir...") ."...con Flor, que también trabaja y quiere independizarse", anuncia ella. Al padre le vuelve el alma al cuerpo. "¡Con Flor! ¡Sí, claro, es muy buena chica!"
La primera parte del plan emancipador cuenta con la aprobación de los padres. Aún a regañadientes deben reconocer que los hijos crecen y quieren su libertad. Será cuestión de acostumbrarse a que se las arreglen solos. Mirándolo bien, hasta puede ser un alivio.
Pueden tener 21, 25 o 30 años –ya se sabe que estamos en épocas de adolescencia tardía- pero siguen viviendo con su familia. Los padres se quejan un poco y protestan de cuando en cuando aunque, en el fondo, sienten una inconfesable satisfacción al proclamar a los cuatro vientos "que el hijo o la hija veinteañera prefiere seguir viviendo con ellos".
Hasta que un día se desencadena el drama o la comedia.
Primera parte: La noticia bomba
El día, y en el momento, menos pensado –¡qué inoportunos son a veces los jóvenes!- él (o ella) anuncia de sopetón: "Ma, me voy a vivir solo". "Queee... ¡justo ahora me lo decís! –es el cumple 50 del padre y la comida es para cien personas-.
¿Cuándo lo decidiste? No sabíamos nada". "Hace tiempo que lo vengo pensando, pero ahora tomé la decisión porque... ya arreglé algunas cosas". La madre, mientras decora la torta, asiente comprensiva. " El alquiler del departamento –aprueba". "No. Ahora ya sé lo que voy a llevar y qué cosas me falta comprar...
Un amigo me avisó que se prende y vamos a compartir los gastos... El departamento lo estamos buscando. Pensaba pedirles a ustedes que me salieran de garantes".
La madre sonríe, aliviada. "Bueno, todavía está en veremos. Creí que se mudaba en estos días, que ya tenía todo listo y yo ¡ni noticias!", piensa. Y se pregunta " ¿habré estado muy dura con él cuando chocó el auto este verano? ¿No se me habrá ido un poco la mano con las protestas por el desorden y los platos sucios en su cuarto?".
Esta decisión de independizarse la toma algo desprevenida. Aunque el hijo haya cumplido la mayoría de edad o ronde la treintena. "Ya está grande, es lógico que quiera asumir responsabilidades, hacer su vida", reflexiona, comprensiva.
El anuncio de la hija mujer también despierta suspicacias, sobre todo en el padre. " ¿Y para qué te vas a gastar una punta de pesos en alquiler, teniendo casa y comida gratis? Si te casaras... Ahí lo entiendo".
"Yo no entiendo. ¿Te parece mal que quiera tener mi independencia? Trabajo... Además, no voy a vivir sola, compartiré los gastos..." El padre se pone lívido ("ya les pasó a varios de mis amigos y no quiero que mi hija se vaya a vivir...") ."...con Flor, que también trabaja y quiere independizarse", anuncia ella. Al padre le vuelve el alma al cuerpo. "¡Con Flor! ¡Sí, claro, es muy buena chica!"
La primera parte del plan emancipador cuenta con la aprobación de los padres. Aún a regañadientes deben reconocer que los hijos crecen y quieren su libertad. Será cuestión de acostumbrarse a que se las arreglen solos. Mirándolo bien, hasta puede ser un alivio.
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